Acabado el día. Cuando el camino de vuelta a casa no se torna un obstáculo
para el respiro a pleno pulmón. Cuando disfrutas, tanto del inicio como del
final de la jornada.
Cuando eres capaz de pasear hasta tu rincón sonriendo en el trayecto. Te
sientes vivo, recargado, enérgico, con ganas de comerte el mundo a bocados, eso
sí, después de un descanso para el cuerpo.
Amor y odio para el equilibrio.
Meterse en un pogo es algo más que dar de ostias para vomitar lo que la
vida hace contigo.
Bailar en un pogo tiene su encanto.
Es ver como una masa de personas intenta mantener el equilibrio mientras
cada uno baila como le apetece.
Hacer lo que te pida el cuerpo, con quien se cruce en tu camino.
Esquivando cuerpos; o no. Chocando, levantando, cayendo, saltando, volando,
riendo, corriendo, abrazando, dejándote llevar…
Cuando estás odiando a alguien por el golpe que te acaba de dar y se lo
devuelves con una sonrisa en la cara; o lo levantas justo después de mandarlo
al suelo; o acabáis cogidxs para intentar mantener el equilibrio juntxs…
Estás odiando
con amor.
La vida es como un pogo. A veces vuelas, otras, son las mismas circunstancias las que te estampan contra el suelo.
Cuando las agujas del reloj puedan contigo, desconecta. Haz un reset en tu cabeza.