lunes, 18 de marzo de 2013

Que me quiten lo bailao’.


Acabado el día. Cuando el camino de vuelta a casa no se torna un obstáculo para el respiro a pleno pulmón. Cuando disfrutas, tanto del inicio como del final de la jornada.
Cuando eres capaz de pasear hasta tu rincón sonriendo en el trayecto. Te sientes vivo, recargado, enérgico, con ganas de comerte el mundo a bocados, eso sí, después de un descanso para el cuerpo.
Amor y odio para el equilibrio.
Meterse en un pogo es algo más que dar de ostias para vomitar lo que la vida hace contigo.
Bailar en un pogo tiene su encanto.
Es ver como una masa de personas intenta mantener el equilibrio mientras cada uno baila como le apetece.
Hacer lo que te pida el cuerpo, con quien se cruce en tu camino.
Esquivando cuerpos; o no. Chocando, levantando, cayendo, saltando, volando, riendo, corriendo, abrazando, dejándote llevar…
Cuando estás odiando a alguien por el golpe que te acaba de dar y se lo devuelves con una sonrisa en la cara; o lo levantas justo después de mandarlo al suelo; o acabáis cogidxs para intentar mantener el equilibrio juntxs… 

Estás odiando con amor.

La vida es como un pogo. A veces vuelas, otras, son las mismas circunstancias las que te estampan contra el suelo.

Cuando las agujas del reloj puedan contigo, desconecta. Haz un reset en tu cabeza.