lunes, 3 de noviembre de 2014

Cuando la palabra deja paso a la música.

Y la poesía se hizo canción. 
Y con ello, se enamoró al ser humano. 
A su oído, pero más a su alma.
Que encontró en ella la vibración, 
en sintonía con su mundo interior,
y de lo que le rodeaba el corazón.
Volando, borrando y reescribiendo entre tonos de colores. 
Vidas distintas, de sueños, 
y los muros de no poder volar 
o de engancharse al viento.
De pisar, de levantar los pies. 
Pero tirando arriba la mirada, 
de visionar lo que la palabra no alcanza, 
y aún así escribe.
Lo que el aire quiera decirnos, 
lo que no nos atrevemos a contar.

Donde el vaivén no es de las gotas, 
es de las notas al compás.