lunes, 8 de diciembre de 2014

No eres dios, si nadie te escucha.

Cayó silencioso, fugaz. 
Con su cuerpo, derribó las ramas, partió los troncos, quemó los frutos, devolviéndolos a la nada.
Como el árbol que cae en un bosque, tan apartado de la realidad, que nadie es capaz de corroborar que pasó, cómo, quién mató a la abuela, y si el pez se llamaba Antonia o Francisco, o era los dos a la vez.
Que la vida es esto, un pasar. La veamos, la oigamos, la sintamos, la toquemos, o no. Se transforma, se va. Señales que buscar en el aire, en el compartir.
Para recordar por un momento, que seguimos vivos.