Cayó silencioso, fugaz.
Con su cuerpo, derribó las ramas,
partió los troncos, quemó los frutos, devolviéndolos a la nada.
Como el árbol que cae en un bosque, tan apartado de la realidad,
que nadie es capaz de corroborar que pasó, cómo, quién mató a la abuela, y si
el pez se llamaba Antonia o Francisco, o era los dos a la vez.
Que la vida es esto, un pasar. La veamos, la oigamos, la
sintamos, la toquemos, o no. Se transforma, se va. Señales que buscar en el
aire, en el compartir.
Para recordar por un momento, que
seguimos vivos.