Y la poesía se hizo canción.
Y con ello, se enamoró al ser humano.
A su oído, pero más a su alma.
Que encontró en ella la vibración,
en sintonía con su mundo interior,
y de lo que le rodeaba el corazón.
Volando, borrando y reescribiendo entre tonos de colores.
Vidas
distintas, de sueños,
y los muros de no poder volar
o de engancharse al viento.
De pisar, de levantar los pies.
Pero tirando arriba la
mirada,
de visionar lo que la palabra no alcanza,
y aún así escribe.
Lo que el aire quiera decirnos,
lo que no nos atrevemos a
contar.
Donde el vaivén no es de las gotas,
es de las notas al
compás.
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