lunes, 9 de marzo de 2015

El dormir está sobrevalorado.

A veces hurgo en mi pasado, o en lo que creo recordar de él. Rebusco y encuentro sillas que cojean, mesas desordenadas y millones de realidades que fueron, que podrían haber sido y de las que no me quiero ni acordar.

Puedo verme desde arriba, con los pies en la tierra y bocabajo sin sentido. Siguiendo el ritmo de los días, sus parones y atropellos a bocajarro. Me confundo y me extingo.

Me despierto, y me olvido.

No recuerdo soñar libre. Cada noche un bombardeo. Y me levanto al filo del colchón. Pero no me caigo, me sostengo con los dientes clavados al vivir.

Y ahí me quedo. A la pata coja, buscando el equilibrio.




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